En el año 1890
se terminaba de construir este discreto edificio en c/Villarroel. Pese a su antigüedad, esta actitud reservada es un hecho reciente. En su época, el llamado Plà Cerdà llevaba tan solo 30 años probándose y estaba dando nombre al distrito al que esta vivienda ahora pertenece: l’Eixample. Así que es justo imaginar que, en su momento, este edificio era una celebración. Y lo era tanto como casi cualquier otro.

El edificio siguió las mismas directrices que el resto de fincas vecinas. Algunas de esas directrices, como la condición de construir viviendas pasantes, continúa resultando un acierto dos siglos más tarde. Pero otras herencias, como una excesiva división del espacio o como una cocina solitaria, son la razón principal para que Paul y Marçal, los futuros nuevos vecinos de este edificio, nos escriban. 

 

 

 

Más allá de adaptar la vivienda a sus futuros habitantes, la voluntad era construir una casa donde el pasado fuera reconocible. Así que la intervención debería mantener aquellos elementos originales, como el pavimento hidráulico o las molduras del falso techo. Estos gestos permitirían reconocer la condición de recinto que acompañaba a cada una de las antiguas estancias.

 

 

Nuestra propuesta consistió, básicamente, en ampliar algunos pasos, incluir unas aberturas y descubrir algunas diagonales. Estas operaciones contribuyen a suavizar la estrechez de una parcela que no permite disponer de patios interiores. Y de esta forma mejorar las condiciones naturales de luz y ventilación en el centro de la vivienda.

 

 

 

También existía el deseo de que aquello nuevo conservara, de alguna forma, el espíritu artesanal de la época. El pavimento de terracota, los bastidores de acero soldado o las balconeras de pino laminado, fueron algunos de los elementos elaborados expresamente por artesanos locales. El objetivo era conseguir una atmósfera que reuniera nuestras condiciones actuales de confort junto al cariño y a la personalización que las técnicas poco industrializadas ofrecen.

 

 

 

Por último, hubo espacio para algo más. La antigua galería podría ser un lugar para el ocio. Un sitio donde regar las flores, brindar con copa y comer pasteles. Un lugar para la celebración.